domingo, 31 de julio de 2011

El joe arroyo, "la que no mato la dejo loca"..¿Que tan cierto es?


Joe Arroyo apenas tenía diecisiete años cuando se enamoró de La India, una inquieta joven menor que él, que reía a carcajadas, bailaba salsa y le decía “Mi Joe”, sin embargo no pudo seducirla.
Él tenía poca experiencia en las reglas del amor. Ella, por su parte, estaba ilusionada con los piropos de otro chico de la cuadra.  Estos fueron los  motivos, más que suficientes,  para que Joe fracasara en sus intentos.
La India, así la bautizó Joe en alusión a su larga cabellera negra y a sus ojos rasgados, había cumplido un año de edad cuando la trajeron a vivir con su tía Acela. Y fue en la casa de Acela donde Joe la conoció, cuando él se vino para Sincelejo a hacer parte del Súper combo Los Diamantes, y se alojaba en esa vivienda, pues esta mujer es la madre de Oswaldo Calao y suegra de Walter Castro, el uno cantante y el otro trompetista de esa agrupación, del cual también hacía parte Rubén Darío Salcedo, el autor de La Colegiala y Fiesta en Corraleja.
Leticia Paternina, La India,  desde temprano supo que no debía dejarse deslumbrar por cantantes,  artista y personalidades. Ella entendía que el verdadero amor debe tener otras consideraciones más altas.
Por eso las canciones que interpretaba Joe en la sala de su casa o los ensayos que ella tenía oportunidad de presenciar,  no la sedujeron en lo más mínimo. El amor había levantado vuelo en su corazón antes de que llegara Joe y se deleitaba en experimentarlo y comentarlo. Por eso decía, “cuando uno se enamora todo se ve más bonito.
Cuando uno se enamora de un hombre este puede ser muy maluco, pero uno lo ve lindo…” Se refería a Wilson Rodríguez, el chico de la cuadra, quien le había tomado la delantera al cantante.
Sin embargo, estos amores no prosperaron. Rodríguez se casó con Blanca Pérez y La India con el profesor Luis Martínez. Tuvieron tres hijos. Reside en la capital de Bolívar donde trabaja como secretaria. Hoy está separada.
En Cartagena La India se enteró que  Joe había muerto. Recordó aquellos días de su juventud, se quedó mirando hacia el cielo como buscando en la inmensidad al cantante que ella hizo soñar. No pronunció palabra, y al lado de las ventanas que dan hacia el Cerro de la Popa,  se sentó y lloró.

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